Historia

Historia

» Por: Alcides Parejas Moreno.
» Período Colonial.


La Ciudad de Santa Cruz de la Sierra.


La nueva gobernación necesitaba una capital. A 69 años de la llegada de Colón a tierras americanas se hace una fundación en la inmensa geografía que media entre Potosí -que atrae irresistiblemente a los hombres de la conquista- y Asunción del Paraguay. Ñuflo de Cháves fundó Santa Cruz de la Sierra el 26 de febrero de 1561 casi en el corazón de Sudamérica, lejos de cualquier parte. En poco tiempo esta ciudad se convirtió en un verdadero núcleo de expansión hacia los cuatro puntos cardinales de la inmensa geografía de la gobernación, haciendo realidad la divisa del fundador que es como una verdadera herencia espiritual: "Poblar y desencantar la tierra". El mito de El Dorado siempre ha estado presente en este accionar y ha hecho que el cruceño haga la geografía del Oriente Boliviano con una mano en el arado, pues de otra forma no tiene el sustento diario, y en la otra el fusil para asegurar lo desencantado. Al respecto nuestro poeta mayor Raúl Otero Reiche, dice:

La selva es una virgen que no se entrega nunca,
tendremos que arrancarle por fuerza la palabra,
vestirla de ciudades,
ceñirle con caminos los muslos inviolados,
quemar su piel velluda
con sangre de progresos y civilizaciones.

Para las autoridades charquinas la ubicación de Santa Cruz de la Sierra se convirtió en un problema, tanto por la distancia y la carencia de caminos como por la presencia de "indios de guerra" -los chiriguanos- y el carácter "levantisco" de los cruceños. Todo esto llevó a plantear la necesidad de una ciudad intermedia.

El gobernador Lorenzo Suárez de Figueroa (1581-95) hizo la fundación requerida en la margen izquierda del río Guapay el 13 de septiembre de 1590, la ciudad de San Lorenzo el Real. En opinión de Sanabria Fernández no se trata de "una fundación más, ni era su fin exclusivo el de servir de nexo entre Santa Cruz y los núcleos directores de Charcas. Desde tiempo atrás no se veía con buenos ojos a la ciudad de la vega chiquitana [Santa Cruz de la Sierra], ni se tenía en mucho a sus pobladores. Por el contrario, considerábase a aquella como poco apta para supervivir y a éstos como individuos de quienes desconfiar. Así las cosas, la flamante ciudad de San Lorenzo venía a cubrir una necesidad política, y desde el día de su fundación pasó a ser la residencia del gobernador" (2).

La margen izquierda del Guapay no fue la sede final de San Lorenzo. El 21 de mayo de 1595 se la trasladó a su sitio definitivo, la llanura de Grigotá. El último tercio del siglo XVI está marcado por una actividad constante: la defensa contra los ataques de los chiriguanos. Pasaba el tiempo y el problema aumentaba. No sólo estaba en peligro Santa Cruz de la Sierra sino también la capital de la Audiencia. En 1584, dada la belicosidad y el "atrevimiento" de estos indios, la Audiencia acordó "para remedio de ello, habiendo hecho las informaciones y consultas de capitanes y otras diligencias para justificación de la causa, los declaró esta Real Audiencia por esclavos y debérseles hacer la guerra a fuego y sangre por el medio más conveniente" (3). En el siglo XVIII se recrudeció la guerra chiriguana: contínuamente eran asaltados los pueblos misioneros que se establecían. "Estas y otras campañas posteriores -dice Sanabria Fernández- determinaron el establecimiento del fuerte llamado Saipurú, y breves años después los de Membiray y Pirití. Sus guarniciones, íntegramente compuestas por soldados cruceños, tenían el cometido de resguardar las misiones y los movimientos de los inquietos chiriguanos renuentes a reducirse. Aquellos soldados no tardaron en convertirse en colonos, aposentando ganados e instalando trabajos agrícolas en los terrenos circundantes a las misiones" (4).

El problema chiriguano no fue el único que tuvieron que enfrentar los cruceños: desde el siglo XVI estaba latente el avance de los bandeirantes. Este problema se agravó a fines del siglo XVII: los portugueses entraron a Chiquitos donde los jesuitas se habían establecido recientemente; llegaron hasta la reducción de San Francisco Javier. Durante el siglo siguiente los portugueses se aventuraron nuevamente y pusieron en peligro las misiones de Moxos y Chiquitos. Para salvaguardarlas se organizó un cuerpo expedicionario que expulsó a los invasores, pero que fue diezmado por el clima y las enfermedades.

La fundación de San Lorenzo el Real no resolvió el problema: Santa Cruz de la Sierra seguía tan aislada como al principio. A principios del siglo XVII se encomendó a Francisco de Alfaro, Fiscal de la Audiencia, poner en orden la gobernación y trasladar Santa Cruz de la Sierra cerca de San Lorenzo el Real. La ciudad ñufleña fue trasladada a "seis leguas de San Lorenzo, en el sitio que dicen Cotoca" muy a pesar de los cruceños. Asimismo, Alfaro con un grupo de habitantes de la vieja capital hizo una nueva fundación: San Francisco de Alfaro. La vida de estas dos ciudades fue muy precaria. San Francisco de Alfaro desapareció en poco tiempo. Santa Cruz de la Sierra la Nueva de Cotoca duró unos años más, hasta que los cruceños se trasladaron a San Lorenzo el Real. Este nuevo traslado de Santa Cruz de la Sierra fue el fin de San Lorenzo el Real: los cruceños -descendientes de los primeros pobladores de la ciudad ñufleña- impusieron el nombre de la ciudad que traían consigo.

Durante los siglos XVI y XVII los núcleos urbanos fueron escasos en el Oriente Boliviano. Santa Cruz de la Sierra la Vieja, San Lorenzo el Real también llamada de la Frontera, Santa Cruz de la Sierra la Nueva de Cotoca, San Francisco de Alfaro, Jesús y Montes Claros de los Caballeros fueron las fundaciones hispanas que tuvieron como denominador común escasa población y, en la mayoría de los casos, una corta existencia. A mediados del siglo XVII, por diversos motivos, sólo quedaron la ciudad capital y la actual Vallegrande.

Todos los papeles coloniales coinciden en describir a Santa Cruz de la Sierra como una pequeña aldea de planta en damero. El centro estaba constituido por una plaza de donde partían las calles principales. Alrededor de la plaza estaban los edificios públicos: la catedral, las casas reales, la cárcel, que eran de pequeñas proporciones y de materiales deleznables, lo que obligaba a reemplazarlos de tanto en tanto. El resto de las viviendas estaba repartido en "once calles principales" (5). Las casas eran muy sencillas; en un principio debieron semejar mucho a la de los indios. Poco a poco fueron adquiriendo características hispanas, pero durante una buena parte del período colonial eran de pequeñas dimensiones y con un mobiliario muy pobre. Un ejemplo puede ilustrar el aspecto de la ciudad a mediados del siglo XVII. La iglesia catedral se construyó a mediados de este siglo, de tal forma que a la llegada del primer obispo ya estaba terminada. Estaba construída con materiales tan pobres -"porque no hay piedra para los cimientos"- que se hacía necesario repararla cada seis meses (6). "La dicha iglesia catedral no tiene más capillas que la mayor porque es de una nave; tiene tres altares: el mayor y dos laterales" (7). Sin embargo, dentro de esta precariedad el cruceño fue capaz, como ya se ha visto, de rodearse de un lujo insospechado, tanto en la vida cotidiana como en el culto divino. Aunque durante el siglo XVIII la ciudad tuvo un crecimiento mayor que en los siglos precedentes, pues hay un cierto resurgimiento en la ganadería, agricultura y comercio, siguió manteniendo una fisonomía modesta. En la segunda mitad de este siglo, en virtud de las reformas borbónicas, la ciudad fue rebajada de rango, pues dejó de ser capital de la gobernación.

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Notas Bibliográficas:
(2) SANABRIA FERNANDEZ, Hernando: Crónica sumaria de los gobernadores de Santa Cruz. 1560-1800. Universidad Gabriel René Moreno. Santa Cruz, 1975. Pg. 23.
(3) ARCHIVO GENERAL DE INDIAS. Audiencia de Charcas, 16.
(4) SANABRIA FERNANDEZ, Hernando: Breve historia de Santa Cruz. Juventud. La Paz, 1973. Pg. 40.
(5) A.G.I. Audiencia de Charcas, 150.
(6) A.G.I. Audiencia de Charcas, 174.
(7) A.G.I. Audiencia de Charcas, 139.


Fuente. Libro: Santa Cruz. Tiempo y Espacio. Año: 2000. Autor: Cooperativa Rural de Electrificación (CRE). Alcides Parejas Moreno.


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