Historia

Historia

» Por: Hernando Sanabria Fernández.


Capítulo XI.


El movimiento cultural durante la era republicana. Figuras representativas de las ciencias, el ensayo, la oratoria y el foro. La geografía y la historia.

No obstante las dificultades de orden material y las destemplanzas del medio ambiente, ha habido en Santa Cruz un notable movimiento de actividades espirituales y consiguiente desarrollo de la cultura en sus múltiples manifestaciones. Los exponentes de esa actividad son mencionados a continuación en la forma rápida y somera que cabe a la índole de las presentes notas.

En el campo de las ciencias tiene merecido sitial de honor Rafael Peña, autor de la más completa catalogación de plantas regionales, con el título de Flora Cruceña, que ha alcanzado tres ediciones; José María Bozo Salvatierra, llamado "El Diógenes Boliviano" por sus originales ocurrencias, maestro en La Paz y autor de un meritorio trabajo hasta hoy inédito, intitulado Materia Médica de Bolivia; Ignacio Terán, hombre de versación múltiple, cuyos luminosos escritos van desde el tratado sobre los fenómenos sísmicos hasta el estudio sobre lingüística aborigen; Nicolás Ortiz, médico eminente, que hizo profundos estudios sobre las enfermedades tropicales; José Benjamín Burela, naturalista que mereció honrosas citaciones fuera del país; Cástulo Chávez, matemático distinguido y analizador del viejo problema euclidiano.

Ahondaron en el conocimiento de la ciencia filosófica, Mamerto Oyola-Cuéllar, autor de la Razón Universal, hasta hoy el más serio y profundo tratado de la materia que se haya escrito en Bolivia; Manuel María Caballero y Ángel Menacho, profesantes del materialismo, cuya doctrina enseñó el primero en la Universidad de Sucre, con gran suficiencia y acrisolada probidad; José Peredo Antelo, que postuló el profesorado de la materia con un magnífico tratado de psicología. En los últimos años ha sobresalido Manfredo Kempff Mercado, profesor universitario cuya versación se manifiesta en el libro Historia de la Filosofía en Latinoamérica, publicado a principios de la última década.

La sociología tiene sus preclaros exponentes en la figura señera de Gabriel René Moreno y en la soberbia mentalidad de Nicomedes Antelo. Sobresalieron después en esta disciplina Humberto Vázquez Machicado, cuyo pensamiento se vertió en magníficos ensayos, y Julio Salmón, agudo observador a la vez que fino expositor.

Ensayista de singular erudición y acerada pluma fue Prudencio Vidal de Claudio, uno de los hombres más excéntricos que se han conocido en la comarca.

Como escritores didácticos son acreedores a encarecida referencia y justificado elogio: Nicomedes Antelo, cuyo dictamen en materia pedagógica mereció aplausos y aprobaciones por el gobierno provincial de Buenos Aires; Victorino Rivero, autor de varios opúsculos para la enseñanza secundaria; Juan Lorenzo Campero, animoso practicante de la metodología lancasteriana y autor, a su vez, de exposiciones elementales sobre materia de enseñanza primaria; Antonio Paniagua, que compuso un breve tratado de álgebra y otro de cosmografía; Pedro Arístides Zejas, maestro de vocación a la par que virtuoso sacerdote, cuya obra múltiple y fecunda se tradujo en una veintena de fascículos sobre variadas materias; Neptalí Sandóval, a un tiempo culto literato, brillante profesor y cultor de las ciencias agnósticas, autor de una "Aritmética" editada en París, una "Geometría Elemental" y una "Guía del Maestro Moderno". Ignacio Terán, acaso el más eminente y erudito escritor del género en el país entero, cuya maciza y variada obra versa sobre diversos temas, incluyendo una interesante exposición del llamado "método gradual concéntrico"; Jaime E. Román, José Benjamín Burela y Víctor Salvatierra, que dieron a la estampa textos elementales de las materias que enseñaban en el Colegio Nacional. Ángel Chávez Ruiz y Julio Landívar Moreno, pedagogos de mérito, autores de sendos trabajos sobre su especialidad.

En los presentes días se destacan Julio Lairana, especializado en la metodología de las ramas técnicas; Avelino Peredo, maestro de gran capacidad, que lleva publicados dos o tres libros del género y tiene otros en preparación; Felicidad Ardaya de Urdininea, profesora de sólida cultura, y de entre las posteriores promociones docentes, Elfy Albrecht Ibáñez, maestra de gran cultura, escritora y ensayista; Alicia Ribera de Cerruti, Elena Salvatierra y Elda Viera. Empiezan a relevarse Elba Chávez de Butler y Claudia Vaca Zelada, autoras ambas de interesantes publicaciones sobre la materia.

La geografía ha contado con preclaros expositores como Justo Leigue Moreno, autor de una notable "Geografía de Bolivia", que fue libro de texto en la capital de la República y alcanzó varias ediciones; Plácido Molina, a cuya suficiencia de conocimientos se debe una breve pero enjundiosa "Geografía Universal", impresa en España; Cristián Suárez Arana, gran conocedor del Oriente por haberlo recorrido en memorables jornadas de exploración, sobre las cuales escribió interesantes y curiosos memoriales, y finalmente, Guillermo Velasco, igual conocedor de la llanura, topógrafo y observador erudito, autor de numerosos estudios monográficos.

En el campo de la historia la cuenta es mucho más subida, y aunque el genio de René Moreno resalta como una cumbre con el compuesto de su obra insigne, por detrás suyo perfílase una pléyade de animosos investigadores del pasado. El primero, cronológicamente, es Victorino Rivero, quien trabajando con el parvo material documental de que pudo disponer, compuso una relación de la fundación y los primeros tiempos de esta ciudad. Espigando en la tradición oral, José Mariano Durán Canelas redactó su "Historia de la Guerra de la Independencia" y varios otros relatos parciales. Pedro Ignacio Cortez, con estricta base documental, escribió un concluyente alegato acerca de la jurisdicción de Santa Cruz sobre la tierra chiriguana, aparte otros estudios del género.

Con más dominio de la materia y el recurso de la fuente documental, José Manuel Aponte escribió obras históricas de la calidad de "La Batalla de Ingavi" y "La Revolución del Acre" y una no concluida relación de "Cruceños Ilustres". Fue además, feliz cultor del pintoresco género entre novelesco e histórico creado por Ricardo Palma, al que pertenece su curioso libro "Tradiciones Bolivianas".

Plácido Molina M., curioso investigador y sagaz expositor, es, seguramente, el historiógrafo más completo y fecundo de su tierra y su tiempo y uno de los más notables del país. Se aproxima al medio centenar de suma de libros y folletos. Paciente y laborioso, Gustavo Parada escribió para la prensa periódica buen número de monografías históricas. Dotado de las mismas cualidades, con más amplia ilustración y mejores condiciones de escritor, Ángel Sandoval dio igualmente al periódico y a la revista varios trabajos del género, aparte su ameno e interesante opúsculo "Vallegrande, anillo de unión trasandina". Del mismo modo Julio A. Gutiérrez y Mariano Zambrana; gran conocedor de los antecedentes relativos a la formación de la nacionalidad, dejó el primero inconclusa una voluminosa obra sobre el problema del Chaco Boreal. Poseedor de depurado estilo que tendía al casticismo, escribió el segundo un ameno acopio de crónicas locales con el título de "Plumadas Centenarias".

Dos hijos de Santa Cruz avecindados en el Beni escribieron sobre la historia de aquel hermano departamento: Manuel Limpias Saucedo, autor de una "Historia de los gobernadores de Moxos", y Medardo Chávez, de "El Dorado Boliviano", además de un estudio sobre el litigio del Chaco.

Diplomático de alta escuela y hombre de gran cultura y brillante ingenio, Enrique Finot aportó a la historia con eruditos trabajos, varias de cuyas muestras son sus atildados memoriales en el alegato territorial con el Paraguay. Pero su obra capital en el género es la "Historia de la Conquista del Oriente Boliviano", uno de los libros señeros de la historiografía nacional. Igual puede decirse de su "Historia de la Literatura Boliviana", cuya primera edición data de 1943 y sigue siendo considerada hasta hoy como la mejor de su género.

A la par del anterior sobresalen los hermanos José y Humberto Vázquez Machicado, singularmente el segundo, escritor de gran profundidad, cuya exuberante y siempre sólida obra histórica está distribuida entre una docena de libros y folletos y múltiples artículos dados a publicidad en periódicos y revistas.

El meritorio sacerdote Adrián Melgar y Montaño, trabajó durante más de medio siglo en la compulsa de papeles viejos y en la revisión de archivos. Fruto de esa labor fueron cuatro opúsculos publicados y una serie de fascículos con el título de "El Archivo" y su maciza obra "Historia de la Provincia de Vallegrande", aparte de un centenar de artículos publicados en la prensa periódica.

Han escrito también sobre historia local, tras de iniciarse en las letras con muy buenos auspicios los señores Clovis Jordán, César Vázquez, Antonio Flores Jiménez, Ramón Clouzet y Jesús Gómez y Gómez. Mención aparte merecen los jóvenes profesionales Marcelo Terceros Banzer y Orestes Harnés Ardaya, éste, múltiple y fecundo; aquél, poseedor de sólida cultura y dueño de un estilo de exquisito sabor clasicista.

El ensayo, como tratado breve pero enjundioso sobre materias diversas, ha tenido y sigue teniendo felices cultivadores. José Peredo Antelo discurrió sobre temas filosóficos, sociales y religiosos; Mariano Saucedo Sevilla descolló en materia política y social; Julio Salmón en ciencias jurídicas y en las abstracciones de la filosofía de la historia; Castor Franco, en investigaciones etnográficas y lingüística aborigen. Juan B. Coimbra es autor de "Siringa", un interesante libro que oscila entre la novela y el dietario de viaje. Los hermanos José y Humberto Vázquez Machicado han vertido su luminoso intelecto y universalista cultura en sólidos trabajos de variada temática. Adalberto Terceros Mendívil, Rubén Terrazas, Aurelio Durán Canelas y Agustín Landívar Zambrana abordaron con feliz éxito el problema social, la crítica literaria y el cuadro costumbrista.

Rómulo Herrera dio a publicidad un interesante y curioso estudio de índole histórica y sociológica con el título de "Sentimiento Bolivianista del Pueblo Cruceño" y además, otros ensayos sobre temas jurídicos y sociales.

En este mismo género de tan amplio contenido descuellan Plácido Molina Barberí y Lorgio Serrate. El primero, con un lenguaje pulcro, castizo y elegante, se ha referido a los curiosos tópicos de civilización, cultura e hispanidad, con definida orientación a lo nuestro propio, en acendrado amor a la tierra natal. Único historiador del arte que poseemos, son muy valiosos sus estudios y publicaciones sobre el arte misionero de Chiquitos.

Serrate, un idealista de la cruceñidad, tema sobre el que tiene escritos varios artículos, es principalmente autor de un curioso como ameno libro que oscila entre lo histórico, lo tradicional y lo sociológico, con el título de "Tiempos Viejos".

Dentro del mismo campo tiene cabida de honor Miguel Antelo Parada, autor de una media docena de folletos de la especie y un tomito de delicados poemas.

José Callaú, selecto espíritu y escritor amante de la pureza del lenguaje, como buen profesor de gramática, tiene amenos escritos sobre temas de su especialidad. Con particular delectación, Virgilio Oyola discurrió en el mismo campo, viendo de corregir y enmendar errores que se deslizan a diario y constituyen cosa juzgada en la prensa periódica del país. En cuanto a pureza del léxico y pulido de la frase sobresale Severo Vázquez Machicado con sus breves pero interesantes estudios sobre el pueblo guarayo.

Alfredo Flores, después de breve paso por el ensayo estético, enfiló hacia el cuadro costumbrista de pinceladas multicolores, con su "Quietud de Pueblo" y su "Desierto Verde". Lucas Saucedo Sevilla, periodista y jurisconsulto, ha aportado con doctos ensayos sobre temas jurídicos y sociales, en una decena de folletos.

En los días actuales se distingue Leonor Ribera Arteaga por su amplia cultura humanística. Tiene escritas notables monografías sobre ciencia jurídica, temática universitaria, filosofía y crítica literaria.

Jurisconsultos ha habido de amplia versación en la hermenéutica de las leyes y sólida base de doctrina. De entre ellos, que son muchos, cabe mencionar los que adquirieron mayor nombradía en la cultura doctrinal y la práctica forense. Durante el primer medio siglo de la era republicana sobresalieron Gabriel José Moreno, Manuel Ignacio Salvatierra, Basilio de Cuéllar, Aquino Rodríguez, Manuel Eusebio de Velarde, Benigno Ulloa y Ángel Mariano Aguirre. En época posterior, Antonio Marcó, Horacio Ríos, Aurelio Jiménez, Zacarías Salmón y Rafael Pinto. Y hasta en lo que va del presente siglo, sin mencionar sino a los fallecidos, se han distinguido Ángel Sandoval, Mariano Zambrana, Ismael Serrano, Aquiles y Alfredo Jordán, Julio Salmón, Rubén Terrazas y Walter Suárez Landívar.

Hacendistas notables fueron Miguel María de Aguirre y Manuel Ignacio Salvatierra. Aguirre, llamado por el Mariscal Sucre a integrar su gabinete, fue el primer ministro del ramo que tuvo la nación, y como tal organizó el primer sistema hacendario de ella. Salvatierra, siendo ministro del presidente Daza, tocóle enfrentar el problema de la moneda circulante de baja ley. Después de sortearlo hábilmente, creó un nuevo régimen monetario, el mismo que con esta o aquella modificación, es el que hoy rige.

En la oratoria política y parlamentaria sobresalieron durante el siglo pasado Esteban Rosas, impulsivo y vehemente; Miguel Rivas, vigoroso e intemperante; Manuel María Caballero, a quien se apodó de "Pico de oro" por la galanura de la frase, la elevación del pensamiento y la fuerza de sugestión. En los últimos setenta años se han destacado Zacarías Salmón, sereno y flexible; Mariano Saucedo Sevilla, cáustico, incisivo y locuaz; Rubén Terrazas, conceptuoso y a la par vehemente, y Facundo Flores Jiménez, que sabía atraer la atención con lo florido de la frase y el arrebato en la expresión.

En la oratoria sagrada son figuras de relieve los venerables y virtuosos prelados Francisco León de Aguirre, Belisario Santistevan, Manuel José Peña y Daniel Rivero, particularmente el último. En segundo término los capitulares Francisco Javier Rojas, Federico Rodríguez y Víctor Rueda y el ilustre párroco de Jesús Nazareno D. Manuel Jesús Lara.

El número de los que laboraron en el periodismo es bastante amplio. Al referirse a ellos, fuerza es hacerlo con la simple mención de sus nombres, y éstos de entre los más señalados por la calidad de su labor y su perseverancia en la misma.

Son, en el pasado siglo, Gil Antonio Peña, Aurelio Jiménez y Pedro Arístides Zejas, a los que habría que añadir dos que hicieron armas en La Paz y Cochabamba, respectivamente, Zoilo Flores y Juan Francisco Velarde.

En la actual centuria, René Chávez Ruiz, Adrián Justiniano, Julio Salinas Mostajo, Avelino Costas, los hermanos Saúl e Ismael Serrate, Godofredo Aguilera, Horacio Sosa, Rómulo Herrera, Adalberto Terceros M., Rubén Terrazas, Rodolfo Landívar, los hermanos Mario y Alfredo Flores, Casto Quezada Palma que hizo famoso su pseudónimo de "Licenciado Vidriera" y, señaladamente, los hermanos Mario y Lucas Saucedo Sevilla.

Sería injusto no agregar los nombres de tres periodistas que podemos llamar populares y que sostuvieron durante años cortos y modestos tabloides destinados a la información y el gusto del pueblo. Son Napoleón Roca Toledo, Adolfo Téllez y Antonio Soleto Roca.

He aquí una breve nómina de los periódicos de mayor consideración que han circulado en Santa Cruz:

El primero fue "La Estrella del Oriente", que apareció en 1863 bajo la dirección de Tristán Roca. Pertenecen al mismo siglo XIX "El Eventual", "El Católico", "El Respeto Público", "La Estrella del Oriente" (2), "El Guapay", "La Ondina Oriental" y "La Esperanza". Y una revista, "El Cosmopolita Ilustrado".

En el primer cuarto de este siglo aparecieron "La Ley", "El Correo del Plata", "La Abeja", "El Diario Popular", "El Trabajo", "El Ferrocarril", "El País", "El Oriente", "El Progresista" y "La Democracia", como los más dignos de mención.

Posteriormente y en el mismo caso, "Palabra Libre", "La Unión", "El Tiempo" y "La Nación".

Revistas: "Celajes", "Vida Intensa", "Verbo Juvenil", "La Palestra" y "La Semana" que se transformó en diario.

Publicaciones humorísticas que tuvieron resonancia: "La Lechuza" y "El Cuyabo".

En la última década el periodismo ha ganado mucho en información, publicidad, presentación y técnica periodística. Basta mencionar el hecho de que, a los interdiarios de hace un cuarto de siglo han sucedido ventajosamente verdaderos diarios de amplia circulación, vistoso formato, abundante noticiario y bien escrito y bien orientado columnaje. El temor a incurrir en omisiones no deliberadas nos lleva a abstenernos de citar nombres correspondientes a esta nueva y más decisiva fase del periodismo cruceño.


Fuente. Libro: Breve Historia de Santa Cruz. Año: 1998. Autor: Hernando Sanabria Fernández. Librería Editorial Juventud.


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