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Donde orinan las Viejas.


Ilustración: Leyenda · Donde orinan las Viejas. Año: 2003. Autor: Orlando Iraipi Bejarano.

Esta frase equivale a designar un lugar no muy distante de aquel de donde se toma la referencia. Cuando alguien vanea de haber hecho un viaje largo o haber estado en algún paraje alejado, y la realidad es otra, para impugnar o desmentir se recurre a la pintoresca y no muy pulcra frase, acomodada más o menos así: "Este no ha ido más allá de donde orinan las viejas".

El origen del dicho se remonta a pretéritas edades y quiere la tradición que el hecho originario haya sucedido en un pequeño pueblo del sud, fundado en región agreste y por lo tanto peligrosa.

Su corto recinto estaba circundado por belicosos aborígenes, que lo tenían bajo constante amenaza. En razón de ello había de guardarse allí todas las precauciones y mantener el vecindario sujeto a disciplina. Como aún así curas y autoridades laicas exigían de los moradores limpieza y aseo a todo evento, hubo de imponerse varias medidas tendentes a procurar lo uno y lo otro.

Demás está decir que en aquellos tiempos y máxime en pueblos como aquél, no había en las casas nada que servirse para la necesidad de expeler los residuos orgánicos. La guarda del aseo y la pulcritud de los hogares había obligado a que se impusiese como orden que aguas mayores y menores fueran hechas fuera del recinto urbano. Las mayores, por cierto, a alguna mayor distancia de las menores.

Como es de imaginar, el señalamiento de lugares para la expulsión residual estaba condicionado al sexo y la edad de los poblanos: Las mujeres de mayor edad, en lo más inmediato; las mozas, algo más allá y seguidamente los hombres, en el mismo orden y disposición.

En observancia de las medidas adoptadas para precaver al pueblo de las eventuales acometidas de los aborígenes comarcanos, el corregidor destacaba semanalmente por lo menos, partidas de vecinos para que explorasen y batiesen los campos. Las tales salían a la madrugada y habían de volver al cierre de la noche para dar cuenta de la misión con cuanto pormenor fuese posible.

Cierto día salió una patrulla al mando de cierto sujeto que se las daba de listo y asimismo de bravo y diligente, siendo así que nada tenía de lo uno ni de lo otro. Transcurrió el día, cerro la noche y avanzo ésta en horas, sin que el quidam y los suyos regresaran.

Cuando ya los pobladores entraban en temores, el patrullero asomó el bulto, tratando lo primero de excusar su tardanza. Aquí fue la de contar percances y referir hechos, asegurando haber batido la campiña en varias leguas a la redonda. Iba probablemente a relatar encuentro con indios y de cómo los puso en fuga, cuando en ese momento interviene un vecino que le sale al paso con este tapabocas:

-Salí a cazar esta mañana, y estuve precisamente en el trecho que indicás en tu parleta... ¡Pero de vos no pude ver ni el polvo!.

Y luego, dirigiéndose al corregidor, encimó:

-Este ni ha ido lejos, ni ha hecho nada de lo que dice... Estoy seguro que apenas ha pasao de donde orinan las viejas.


Fuente. Libro: Tradiciones, Leyendas y Casos de Santa Cruz de la Sierra. Año: 1998. Autor: Hernando Sanabria Fernández. Librería Editorial Juventud.


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