Naturaleza

Naturaleza

» Contenidos.
» Generales.


Las Joyas de la Corona.


Foto: Río Iténez, Parque Nacional Noel Kempff Mercado. Autor: Willy Kenning.

En el imponente marco delineado en los folios precedentes, en franca administración de justicia para con la pródiga naturaleza que nutrió con su néctar a todos, los cruceños hemos separado un muestrario de las porciones más prístinas de nuestros ecosistemas en forma de un sistema departamental de áreas protegidas.

Son las joyas de la corona. Un tercio del territorio departamental de Santa Cruz se ampara y maneja bajo alguna categoría de conservación, estableciendo un notable registro a nivel internacional, donde no se conocen muchas otras experiencias similares. El parámetro cruceño sobrepasa ampliamente los valores conocidos para otros sistemas de áreas protegidas en el mundo, tanto en referencia a superficie como representatividad.

Aproximadamente un 9% del territorio del planeta está bajo alguna categoría de conservación formal, solo contando las áreas protegidas terrestres, sin incluir las marítimas. A nivel mundial, solo la región del Caribe supera el ejemplo cruceño, con alrededor de 45% protegido. Norteamérica, que tiene la fama de tener uno de los sistemas más grandes y antiguos, y que alberga a los primeros parques nacionales conocidos por el mundo occidental, apenas llega al 17%, lo que es aproximadamente la mitad del porcentaje que se conserva en Santa Cruz. Y si miramos solo la realidad boliviana, también destacable a nivel mundial con alrededor del 22% de su territorio bajo alguna categoría de conservación, el departamento de Santa Cruz vuelve a sobresalir claramente.

Treinta y dos áreas protegidas de diferentes categorías ocupan el 36% de la extensa geografía cruceña esto sin contar los Sitios Ramsar y las reservas de producción forestal, con las que pasaríamos a ser, indiscutiblemente, los líderes mundiales. El territorio cruceño, que a la vez ocupa el 33,7% del territorio nacional, tiene el cien por cien de sus ecorregiones y subecorregiones representadas en su sistema departamental de áreas protegidas, haciendo un juego de números que no tendría mayor importancia si no fuera porque confirma la vocación forestal y de conservación de este departamento que, a la vez, es el que alberga la mayor área destinada a la producción agropecuaria de todo el país.

Las áreas protegidas de Santa Cruz son, pues, las joyas de la corona, unidades de conservación que constituyen la parte más preciada del patrimonio natural cruceño, un conjunto de espacios que, como piedras preciosas de una tiara, configuran un incomparable mapa, un sistema de valores naturales no superado en el país ni en los países vecinos con los que Santa Cruz comparte una orografía común, las cuencas mayores de los ríos principales, los paisajes propios y característicos, las especies de flora y fauna, y hasta los patrones demográficos y de desarrollo rural.

Joyas de sol a sol, a las que las aves canoras les cantan en todos los horarios, del amanecer al ocaso, de la noche a la aurora, en el sopor de la canícula y hasta en el fresco de la noche. Joyas de la corona a las que la Gobernación a cargo les da su lugar, su atención, su presupuesto, su prestigio, y a las que los municipios se suman presurosos con ofrendas propias -topacios, esmeraldas y zafiros- de mucho brillo y, en algunos casos, de generosas proporciones, para completar un incomparable tesoro de piedras preciosas.

Como en cualquier lugar del mundo, y como debe ser, las áreas protegidas se crean y manejan para conservar muestras representativas del patrimonio natural de una región. Las áreas protegidas no son creadas por capricho, pero una curiosa fantasía de la naturaleza, la arbitrariedad del hombre con sus divisiones políticas, y las habituales distancias de los centros más poblados y activos económicamente con las fronteras formales han hecho que las muestras mejor conservadas de las ecorregiones que existen en Santa Cruz se encuentren todas en su perímetro o borde, conformando una especie de collar de perlas que rodean y protegen el centro del mismo.

Cinco de estas áreas protegidas fronterizas son de carácter nacional, representan el 53% de la superficie del sistema nacional de áreas protegidas de Bolivia, y se ubican interesantemente en los límites cruceños con Brasil y Paraguay, y en los bordes de colindancia de Santa Cruz con los departamentos de Cochabamba, Beni y Chuquisaca, como haciendo un círculo de protección que, a la vez que se expone a los vecinos, mira hacia adentro y se ofrece como modelo para otras áreas del sistema departamental.

Todas y cada una de estas áreas protegidas serán descritas y homenajeadas en este libro en una distribución que no puede evitar ser arbitraria, cualquiera fuera el orden que se elija. Serán descritas una a una, desde la más antigua del departamento, en el oeste, haciendo límite con Cochabamba, pasando por la chaqueña, la cordillerana, que también hace contacto con el territorio guaraní, seguida por la que es Patrimonio Natural de la Humanidad, en el extremo noreste, limitando con Beni y Brasil, hasta las dos que ora se sumergen ora emergen del Pantanal, limitando con Brasil y Paraguay.

Entre todas las joyas principales, otras áreas protegidas de menor categoría pero similar importancia cumplen el rol de corrientes de contacto constituyendo corredores de conservación y conectividad. Como confirmando la analogía del perlado collar, estas perlas menores facilitan el contacto con otras semejantes en los territorios vecinos, dando continuidad a la protección de las ecorregiones que representan.

En el medio de todo, diez unidades de conservación departamentales, alguna de dimensiones descomunales cuidando en blanco y negro la colorida vida silvestre, una de ellas atajando dunas de arena prácticamente en la ciudad capital, otra en el paraje donde la itinerante capital se fundó por vez primera, cercana a esta, una laguna que recibe y rebautiza un río de tramo clandestino, otra que nutre y manda a la llanura al mismo río, otra que aloja sierras y valles no andinos, otra en uno de los paseos más tradicionales donde los capitalinos se van a mirar como en un espejo en el agua, y otras dos más alejadas, protegiendo paleocauces y meandros cicatrizados, la una, y la otra, un portento de atractivos naturales y culturales de los valles cruceños, enriquecen el sistema departamental llevándolo a extremos de lujuria.

Diecisiete áreas protegidas de carácter municipal llevan el sistema a todos los rincones del departamento, le dan responsabilidad local, y completan el rosario de elegantes cuentas a la tiara de diamantes ya antes mencionada. Sea para cuidar principalmente servicios ambientales como las fuentes de agua de las que se abastecen las poblaciones humanas, o para irrigar campos o abrevar ganados, como las hay varias; ya sea para asegurarse que ciertas lagunas sigan ofreciendo su luna de agua al observador y que este llene su alma de tranquilidad y paisaje; ya sea para proteger una o más especies de orquídeas o para mostrar la riqueza en cactáceas de las zonas secas del departamento, o para dar protección a la palmera con la que el hombre cruceño fabrica sus sombreros, o inclusive para dar sostenibilidad al aprovechamiento del humilde pero proveedor copaibo. Ya sea para ampliar el marco paisajístico de ciertos monumentos naturales, para enaltecer emblemáticos accidentes geográficos, para dar lugar y espacio y tiempo a que la fauna silvestre se prodigue en sus procesos reproductivos y evolutivos, las áreas protegidas municipales ponen su cuota parte en la conservación del legado natural del departamento, y ya son mayoría los municipios cruceños que se animaron a crearlas.

Y no solo a crearlas, pues ya dejaron de ser parques de papel o están en proceso de hacerlo, aunque desde que están en el papel ya constituyen ventajosamente el más grande, completo y bien administrado sistema departamental de áreas protegidas del país.

Algunas de las áreas protegidas nacionales, la mayoría de las unidades de conservación departamentales y otras tantas de las municipales fueron creadas a raíz de recomendaciones del Plan de Uso del Suelo Departamental, herramienta de planificación y ordenamiento territorial de alta jerarquía legal que asignó usos en función a la vocación principal del suelo.

En categorías que incluyen parques nacionales naturales, arqueológicos y/o históricos, áreas de manejo integrado, reservas y santuarios de vida silvestre, monumentos naturales y otros, el sistema de las áreas protegidas de Santa Cruz lucha por su funcionalidad y su integridad, y se debate constantemente entre el acecho de quienes aún no conocen y, por tanto, no respetan sus valores, y una gran mayoría que ya lo disfrutan y agradecen.

No obstante la grandiosa fama de las regiones vecinas, Santa Cruz sobresale y exalta su condición de región administrativa naturalmente privilegiada. Asumiendo el deber formal de hacerse cargo de tan valioso patrimonio, consciente de su mayúscula responsabilidad, y con funciones claramente marcadas, la Gobernación crea y opera sus sistemas de gestión del territorio y acomete el trabajo de gestionar las áreas protegidas de su jurisdicción dotándolas del personal, los equipos, los insumos y los medios y menesteres operativos para jerarquizarlas en la conciencia y meterlas en el corazón de la sociedad local que las disfruta y que participa de ellas, así como en el aprecio de ocasionales visitantes que en cada vez mayor número se nos acercan para conocerlas.

Excediendo, entonces, el valor más bien romántico y estético que brinda la producción y difusión de este libro, la Gobernación se empeña en el trabajo cotidiano de estudiar y conocer las áreas en virtuosas alianzas con otras instituciones públicas y diversas organizaciones de la sociedad civil, así como de poner en funcionamiento y ser parte de sus mecanismos de participación ciudadana, a la vez que no deja de atender su permanente demanda de capacitación, de difusión de sus valores y, sobre todo, de protección y defensa de su integridad ante la permanente amenaza de invasión y uso indebido que se cierne amenazadoramente sobre ellas.

Desde los más planos y bajos territorios hasta cumbres que ocasionalmente se tiñen de níveo blanco, desde los humedales más extensos hasta los valles más profundos, desde los bosques semideciduos hasta los siempre verdes, desde las pardas sabanas hasta las arenosas dunas, desde las plácidas lagunas hasta los torrentosos arroyos, la armónica acuarela del Creador de la evolución le pintó paisajes que no se repiten nunca y le asignó valores biológicos y escénicos que el hombre supo asimilar, reconociéndole funciones técnicas vitales y asignándole atributos legales para beneficio de la gente, de la humanidad toda.

La Gobernación de la Santa Cruz proyecta su sagrada sombra sobre las áreas protegidas, protegiéndolas, conservando la rica naturaleza cruceña desplegada como perlas únicas, como cuentas de un rosario. Y allí la naturaleza bulle y rebulle, camina, corre, salta y vuela, se desliza y se queda estática, se mece y se remece, canta y calla, y nos regala clorofila, y nos exhala perfumes de aire limpio, y nos deleita con sus néctares, y nos adorna con flores nunca vistas.

Las áreas protegidas nos protegen. Nos salvan poblaciones, cultivos e infraestructura, nos regulan el clima, captan, aportan y liberan moderadamente las lluvias, alientan a los polinizadores agrícolas, refugian a la fauna, reponen la flora, atraen y solazan a los turistas, amparan campesinos e indígenas, despliegan sus paisajes y hasta son sitios sagrados que nos llenan de esperanza a todos.

El bosque se hace clorofila, fotosíntesis y catedrales arbóreas. La catarata se derrama en sonoros versos, el cerro devuelve el eco, el río serpentea en el molde de su frágil cuenca, la orquídea yace en su ígnea piedra y la palmera luce su donaire y su elegancia. La gente regala entusiasmo y compromiso. La Gobernación de Santa Cruz responde a todos y a todas haciéndose cargo de la exagerada magnificencia de sus áreas protegidas y luchando a brazo partido para defender y exaltar el patrimonio que le fue entregado en plenitud y en equilibrio.

Y el patrimonio natural se hace libro -este libro-, llenando páginas de imágenes, tiñendo el papel con sus desaforados colores, llenándolo de dorados amaneceres y anaranjados ocasos, impregnándolo con sus fragancias, salpicándolo con gotas de rocío, cuajando su espacio con astros titilantes y garabateando el firmamento con textos asombrados, atónitos, ansiosos por arraigarse en el alma de las personas.


Fuente. Libro: Patrimonio Natural de Santa Cruz. Año: 2015. Autor: Gobierno Autónomo Departamental de Santa Cruz. Willy Kenning Moreno.


Foto: El Pantanal, Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado San Matías. Autor: Willy Kenning.

Ellos nos apoyan


Especial: Soy Jesucristo