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Noel Kempff Mercado.


Mapa:
Nombre: Huanchaca. / Categoría: Parque Nacional. / Acción: Creación, 1979. / Instrumento Legal: Decreto Supremo Nro. 16646. / Área: 541.200 hectáreas. / Jurisdicción: Provincia José Miguel de Velasco.

Nombre: Noel Kempff Mercado. / Categoría: Parque Nacional. / Acción: Rebautizo, 1988. / Instrumento Legal: Ley Nro. 978. / Área: 541.200 hectáreas. / Jurisdicción: Provincia José Miguel de Velasco.

Nombre: Noel Kempff Mercado. / Categoría: Parque Nacional. / Acción: Ampliación, 1988. / Instrumento Legal: Decreto Supremo Nro. 21997. / Área: 706.000 hectáreas. / Jurisdicción: Provincia José Miguel de Velasco. Municipio de San Ignacio de Velasco.

Nombre: Noel Kempff Mercado. / Categoría: Faja de Pre Parque (indivisibles de administración de Parque). / Acción: Adhesión o incorporación, 1988. / Instrumento Legal: Decreto Supremo Nro. 21997. / Área: 200.000 hectáreas (aproximado). / Jurisdicción: Provincia José Miguel de Velasco. Municipio de San Ignacio de Velasco.

Nombre: Noel Kempff Mercado. / Categoría: Reserva Biológica. / Acción: Incorporación de laguna Bahía. / Instrumento Legal: Decreto Supremo Nro. 22020. / Área: 21.900 hectáreas adicionales. / Jurisdicción: Provincia José Miguel de Velasco. Municipio de San Ignacio de Velasco.

Nombre: Noel Kempff Mercado. / Categoría: Parque Nacional. / Acción: Ampliación final. / Instrumento Legal: Decreto Supremo Nro. 24457. / Área: 1.523.446 hectáreas. / Jurisdicción: Provincia José Miguel de Velasco. Municipio de San Ignacio de Velasco.

Libro: Patrimonio Natural de Santa Cruz. Año: 2015. Autor: Gobierno Autónomo Departamental de Santa Cruz. Willy Kenning Moreno.

Parque Nacional.

En el mundo perdido de la meseta de Caparú la sensación de un inminente encuentro con animales extintos es casi tan patente como la certeza de cruzarse en cualquier recodo del camino con ejemplares vivos de la fauna mayor del Neotrópico.

Uno de sus visitantes más ilustres y polémicos, al que se le debe el disputado mote de mundo perdido, el coronel inglés Percy Fawcett, que visitó la meseta, describe con no poca maestría, con mentalidad victoriana y decimonónico estilo, el dramático escenario al que tuvo acceso en la no tan lejana primera década del siglo XX.

"Ante nosotros se levantaban las colinas Ricardo Franco, de cumbres lisas y misteriosas, y con sus flancos cortados por profundas quebradas. Ni el tiempo ni el pie del hombre habían desgastado esas cumbres. Estaban allí como un mundo perdido, pobladas de selvas hasta sus cimas, y la imaginación podía concebir allí los últimos vestigios de una era desaparecida hacía ya mucho tiempo. Aislados de las luchas y las cambiantes condiciones, los monstruos de la aurora de la existencia humana aún podían habitar esas alturas invariables, aprisionados y protegidos por precipicios inaccesibles"(26).

Las mencionadas colinas no son más que una continuación de la extensa meseta de Caparú, también llamada de Huanchaca, una altiplanicie de 150 kilómetros de largo y unos 50 kilómetros de ancho de la cual más del 80% está en Bolivia, en el más lejano septentrión cruceño y, hacia su naciente, siendo cruzada de sur a norte por la frontera internacional de Santa Cruz con el estado brasileño de Mato Grosso.

El sustrato precámbrico de la meseta, con sus más de mil millones de años mal contados, ciertamente albergó bestias que se extinguieron relativamente recientemente, y sus oscuros rincones, bolsones, hoyadas y recovecos topográficos permiten fácilmente antever la posibilidad de encontrarse con sus restos, inclusive con parientes cercanos aún dados a la terquedad de sobrevivir.

Mucho de pretérito duradero y de actual, vigente y vivo hay, pues, para ver en el Parque Nacional Noel Kempff, lo suficiente para que se lo haya decidido crear en el año 1979, con el nombre de Parque Nacional Huanchaca, y se haya optado por ampliarlo y rebautizarlo en el año 1988, y expandirlo definitivamente en el año 1996.

La primera ampliación y el rebautizo de esta área protegida se hizo en honor de don Noel Kempff Mercado, uno de los precursores de la creación del parque, quien perdió la vida de forma violenta a manos de narcotraficantes cuando se encontraba en afanes de pesquisa con un equipo de zoólogos españoles y acababa de aterrizar en una de las pistas de la meseta de Caparú.

La segunda y definitiva ampliación, impulsada por la más grande organización privada de conservación local, llevó los límites del parque a barreras naturales e internacionales y configuró un área protegida viable, de inteligente diseño y amplia representatividad de los ecosistemas de la región. El mundo perdido, así, pasó a ser un mundo ganado para la conservación, para la gente local y la humanidad toda.

Con una alta diversidad, consecuencia de su también diversa variedad de hábitats, Noel Kempff, se nos presenta macro-geográficamente como una meseta de topografía inclinada, colinosa y escarpada, cubierta de vegetación arbórea alta intercalada con bosques bajos, sabanas limpias y sabanas arboladas en el tope, levantándose hasta 500 metros por encima de una penillanura ligeramente cortada y de la planicie de inundación que rodean la meseta, y a las que se llega bajando por un piedemonte de pendientes pronunciadas, con cárcavas y disecciones, también cubierto de vegetación.

Llegar al parque por aire es una experiencia que permite observar y comprender la fisiografía descrita arriba, su orografía, su hidrología, su sistema de lagunas, sus diferentes tipos de vegetación, la configuración social de su entorno e, inclusive, sus fortalezas y vulnerabilidades. Saliendo de Santa Cruz de la Sierra, distante a más de 600 kilómetros, el viaje aéreo entra pronto en el largo sobrevuelo de un bosque de dosel continuo hasta llegar al parque mismo y penetrar en el antiguo mundo perdido, recientemente ganado para la humanidad.

La bienvenida aérea del río Paraguá, su frontera oeste, con las veleidosas curvas de su recorrido, el desparramo de viviendas en las comunidades ribereñas, las bahías y lagunas, el todavía azulado paredón de la meseta, y hasta la fugaz visión de animales silvestres en sus medios, anticipan aventuras y empiezan a asociar las ansiedades contenidas con el desaforo del espíritu por la inminencia de su materialización.

Volar, luego, por sobre la meseta desplazada a lo largo de la frontera nororiental del parque es una invitación a contener la imaginación: la realidad es tan fantástica, que no hace falta soñar, basta con abrir los ojos bien grandes para que ellos se llenen de fantasía real. Bordear por el aire sus abruptos farallones y observar los múltiples estratos de sus suelos y subsuelos, que como láminas de una milhojas de chocolate encaran el poniente, adentrarse en las partes boscosas de la altiplanicie para descubrir súbitamente hondonadas y anfiteatros naturales presididos por cataratas nunca soñadas, planear sobre la sabana arbolada, salpicada de afloramientos rocosos teñidos de pinturas naturales, seguir desde arriba el curso de sus ríos y dar saltos y trampolines en cada caída de agua, en cada piscina inmediata, para luego seguir orientándose por la vegetación ciliar, abrir la ventanilla del avión para fotografiar sus palmares, congelar en un marco sus cataratas, capturar en imágenes a las gamas corriendo en la pampa y hacer chandelas sobre sus pistas para verificar su operatividad es un privilegio único, un regalo que se le debe agradecer a Dios.

Volar por el borde internacional del parque es llenarse de orgullo y esperanza al contrastar las diferencias entre un territorio intacto, conservado para acariciar el espíritu y para suplir las necesidades del futuro, con la muy distinta y distante realidad de un territorio foráneo totalmente entregado al inmediatismo del consumo comercial.

Desde la perspectiva terrenal, pedestre o motorizada, el parque no deslumbra menos. Aquí se suman las sensaciones directas, los aromas hacen parte de la atmósfera, los colores mimetizan o muestran abiertamente a los seres y las cosas, y el contacto físico permite palpar, disfrutar estructuras y texturas que ofrecen las plantas y los animales, así como sufrir las inclemencias que la naturaleza tropical ofrece con sus calores infernales, sus copiosas lluvias y sus feroces insectos.

La observación combinada y alternada desde el aire y la superficie muestra que la meseta es surcada por ríos y arroyos que se precipitan a la llanura en estruendosas cataratas -Arco Iris, Ahlfeld, Fawcett, El Encanto, Gemelas-, sin contar otras efímeras y anónimas que, como cuentas de un rosario, circundan todo el perímetro afarallonado de la meseta. Los ríos y arroyos de la meseta presentan numerosas e idílicas pozas de aguas claras, de fondo lleno de piedritas, de cuarcitas y areniscas que devuelven la luz del sol en chispazos y destellos de colores. Las cataratas figuran entre los principales atractivos del parque, y cada una de ellas es un himno a la Creación, un varonil canto de barítono, un incesante coro de ninfas acuáticas y ranas plañideras, un encantador espectáculo en los anfiteatros que ellas mismas han cavado en la muy dura pero finalmente dúctil roca.

La biodiversidad del parque es sobresaliente, y está altamente determinada por la gran diversidad de hábitats, y por la tensión climática que supone la transición de la Amazonia al Bosque Seco Chiquitano y las sabanas del Cerrado.

La vegetación boscosa alta y siempre verde amazónica es muy conspicua aunque esté fragmentada en grandes islas, en franjas arriba y al pie de la meseta, en galerías que acompañan a los ríos y en laderas de valles. Casi la mitad del área está ocupada por esta vegetación amazónica, siendo en conjunto la más representativa y de mayor cobertura del parque.

Los bosques y sabanas del bioma del Cerrado, por su parte, son de una belleza incontrastable. Desde sabanas de pastizales abiertos hasta bosques de matorrales densos, el Cerrado incluye sabanas arbustivas, sabanas arboladas y matorrales abiertos. Muy notorios y notables son los campos conocidos como pampas termiteros, que presentan un área plana, inundable en el periodo de lluvias, sobre la que se dispersan pequeños montículos de tierra de termiteros que constituyen micro-hábitats en los que, a merced de su buen drenaje, se desarrolla una vegetación arbustiva y arbórea, leñosa, que configura incontables islas minúsculas, rodeadas de un paisaje de sabana inundable.

El Bosque Seco Chiquitano, donde la humedad estacional del suelo no permite el desarrollo de un bosque siempre verde, por su parte, también se encuentra representado en Noel Kempff, y es uno de los refugios más importantes de esta ecorregión boliviana de importancia global para la conservación. Estos bosques deciduos o semideciduos se congregan alrededor de afloramientos rocosos graníticos conocidos como inselbergs, y sobre contrafuertes de la meseta.

A orillas de los principales ríos, Iténez, Paraguá, Tarvo, Verde y Paucerna, crecen bosques estacionalmente inundables que constituyen espacios de expansión de los ríos donde la fauna acuática encuentra refugio y alimentación en la temporada de llenas, cumpliendo además con un rol de dispersor de determinadas especies de flora.

En todo este diverso conjunto de hábitats prospera una también muy diversa flora para la cual se estima unas 4.000 especies, casi la mitad ya conocida, y la mayoría de ellas aún por determinar, de lo que no es aventurado pensar que muchas de ellas resultarán nuevos registros para la ciencia, otras tantas serán citas nuevas para el país, y surgirá un número considerable de endemismos.

De flora tan variada, resulta una también muy variada fauna que la disfruta, la dispersa y nutre en un ciclo que se repite y retroalimenta eternamente: "...cenizas de jaguares fecundan protoplasmas de flores nunca vistas..."(27).

En lo referido a mamíferos, las 139 especies registradas solo hacen suponer que el registro debe ser mayor. Presentes las especies mayores del Neotrópico, incluyendo carnívoros como el jaguar, el puma y la londra, así como antas, cerdos silvestres y monos como el araña, localmente conocido como marimono, y el aullador, de nombre local manechi, el Parque Nacional Noel Kempff se distingue por especies más raras a la vista del hombre como la gama, el borochi o lobo de crin, el perrito del monte y otras especies de cánidos.

La diversidad de hábitats que distinguen al parque también se evidencia en la diversidad de especies de aves que contiene, unas 650, número que podrá superarse a medida que vayan mejorando los aún pobres estudios y registros. La avifauna del parque adquiere mayor trascendencia aún por la amenaza que sufren los hábitats típicos del parque en otras regiones del país y países vecinos.

Los reptiles, menos de 80 especies al momento, han registrado varias especies nuevas para la ciencia, y constituyen parte de la riqueza de esta área protegida, ya sea por el carisma y el enigma que encierran especies como los caimanes negros, las anacondas y las tortugas de río, como por las utilidades prácticas que algunas de ellas dejan en las poblaciones humanas vecinas.

En cuanto a los peces, fuente principal de proteína de las poblaciones ribereñas, al menos 250 especies han sido registradas, sin contar las especies aún no conocidas y los endemismos seguramente existentes en las cuencas del Paucerna y el Verde, aisladas ambas por sus cataratas desde hace decenas de millones de años.

Varias decenas de especies de vulnerables anfibios y un incontable número de invertebrados completan una fauna incomparable que pone al parque al tope de la lista de mejores sitios para su observación.

El Parque Nacional Noel Kempff, efectivamente, se erige como un excelente espacio para la observación de procesos, fenómenos, ambientes y especies. Es lugar perfecto para sorprender a la londra en sus afanes evolutivos diferenciando sus poblaciones residentes de otras de las que se encuentras aisladas, para acechar con la cámara y los binoculares al mítico borochi, el aguará guazú, al tiempo que las limpias aguas del Iténez se agitan con el ímpetu de las súbitas apariciones y los límpidos bufidos del delfín boliviano, y mientras sus azules cielos son surcados por especies de aves nunca vistas y por efímeras mariposas morfo que a media mañana revolotean por miles en el sotobosque.

Es el parque para observar los encuentros entre sus diferentes ecosistemas y hábitats, para ver de primera fila la lucha de titanes que enfrenta al bosque con la pampa, para conocer toda la paleta de ocres de los pajonales de sus sabanas, para disfrutar las lagunas de playas tapizadas por tiestos cerámicos de civilizaciones perdidas en la historia, como la de los Guarasug We que antaño poblaron las orillas de los lagos Chaplin y Bella Vista, para visitar el brazo abandonado del lago Caimán, la isla de las orquídeas, para recorrer los senderos que suben a la meseta por las vías de las cataratas, y en pos de ellas, y que ponen al visitante en contacto con gigantescas plantas herbáceas de las que se puede colgar ventajosamente las hamacas.

El parque es el lugar donde los ríos parecen atajados por los colchales, congresos de nenúfares comunes y regias victorias amazónicas, donde las islas de vegetación desprendida de sus orillas se ofrecen para transportar garzas, para disfrutar de las mañanas que se vienen repitiendo día a día desde que se perdió el mundo perdido de Caparú. Es el lugar donde los ríos abandonan sus cauces ancestrales por causa de caprichos nuevos y dejan paleocauces que solo se contactan con el curso principal cuando las aguas penetran hasta sus terrazas.

Lugar donde las aguas se arremolinan y juntan, se entreveran y se disponen a seguir su viaje al norte dibujando sinuosamente el curso del valle hasta que se atropellan con las aguas espumosas de las cachuelas del río Madera. Lugar de las aguas que sirven para el tránsito de jaguares que se aburren de una orilla y se cruzan nadando a la otra, dejándose ver tranquilamente por los visitantes.

El Parque Nacional Noel Kempff es lugar de bucólicas comunidades que ahora esperan al turista y antes sobrevivieron a los ciclos de la ipecacuana, la goma, los cueros de felinos, diversas clases de loros para mascotas, la fina madera, el mortal palmito, y subsisten con esperanza en sus chacras de yuca, plátano y frejol, con sus frutales y su hábito alimenticio que obtiene del pescado las proteínas que requieren los cuerpos de sábalo de sus acrobáticos niños, las espaldas de sus hercúleos mozos, las relumbrantes curvas de sus esbeltas jóvenes y las dentaduras de sus cansados pero sabios ancianos.

El Parque Nacional Noel Kempff es un lugar para conocer y disfrutar en primera persona. Todo lo que se escriba y describa poco hará para hacerle justicia a la primera y la única área protegida del país en alcanzar el bien ganado título de Patrimonio Natural de la Humanidad.


Fuente. Libro: Patrimonio Natural de Santa Cruz. Año: 2015. Autor: Gobierno Autónomo Departamental de Santa Cruz. Willy Kenning Moreno.


Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Serranía de Caparú, farrallón norte. Autor: Willy Kenning.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Río Paraguá. Autor: Willy Kenning.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Serranía de Caparú, farallón sudoeste. Autor: Willy Kenning.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Chrysocyon brachyurus, borochi, lobo de crin. Autor: Louise Emmons.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Inia boliviensis, bufeo. Autor: Steffen Reichle.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Eira barbara. Autor: Steffen Reichle.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Ozotoceros bezoarticus, gama. Autor: Steffen Reichle.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Coendou prehensilis, puercoespín. Autor: Hugo Santa Cruz.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Tapirus terrestris, anta, tapir. Autor: Steffen Reichle.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Pteronura brasiliensis, londra. Autor: Steffen Reichle.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Lutra longicaudis, lobito de río. Autor: Steffen Reichle.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Corallus hortulanus. Autor: Steffen Reichle.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Mastigodryas sp. Autor: Hugo Santa Cruz.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Paleosuchus palpebrosus. Autor: Steffen Reichle.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Lachesis muta. Autor: Steffen Reichle.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Bufo mirandariberoi. Autor: Steffen Reichle.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Scinax chiquitanus. Autor: Steffen Reichle.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Phyllomedusa camba. Autor: Steffen Reichle.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Trachycephalus typhonius. Autor: Steffen Reichle.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Laguna Bella Vista. Autor: Willy Kenning.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Las Torres, río Iténez. Autor: Willy Kenning.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Harpia harpyja. Autor: Steffen Reichle.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Cairina moschata. Autor: Daniel Alarcón, Carmen Mateu.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Pteoglossus castanotis. Autor: Daniel Alarcón, Carmen Mateu.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Pteroglossus inscriptus, tucanillo pecho amarillo. Autor: Daniel Alarcón, Carmen Mateu.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Dacnis cayana (hembra). Autor: Daniel Alarcón, Carmen Mateu.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Dacnis cayana (macho). Autor: Daniel Alarcón, Carmen Mateu.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Chloroceryle amazona (hembra). Autor: Daniel Alarcón, Carmen Mateu.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Chloroceryle amazona (macho). Autor: Daniel Alarcón, Carmen Mateu.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Systellura longirostris. Autor: Hugo Santa Cruz.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Tachycineta albiventer, golondrina. Autor: Daniel Alarcón, Carmen Mateu.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Anhima cornuta. Autor: Steffen Reichle.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Galbula ruficauda. Autor: Hugo Santa Cruz.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Chloroceryle aenea. Autor: Steffen Reichle.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Melanerpes cruentatus. Autor: Hugo Santa Cruz.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Megaceryle torquata. Autor: Steffen Reichle.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Patagioenas speciosa. Autor: Daniel Alarcón, Carmen Mateu.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Ara macao, paraba siete colores. Autor: Steffen Reichle.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Catarata Ahlfeld, río Paucerna, temporada lluviosa. Autor: Willy Kenning.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Catarata Ahlfeld, río Paucerna, temporada seca. Autor: Steffen Reichle.

Foto: Áreas Protegidas Nacionales · Noel Kempff Mercado · Catarata Arco Iris, río Paucerna. Autor: Willy Kenning.

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