Personajes

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» Biografías.


Adrián Melgar y Montaño.


Sacerdote, historiador, archivista.

No precisamente el mejor historiador del Oriente Boliviano, pero sí el investigador más paciente y acucioso de la historia, ha sido indudablemente el sacerdote Adrián Melgar y Montaño, autor de una centena de trabajos de esta naturaleza y colaborador asiduo de periódicos y revistas. Hijo de don Rosendo Melgar y doña Nemesia Montaño, nació en el pueblo de Postervalle el 6 de septiembre de 1891. Pasó la infancia en el pueblo natal y en la ciudad de Vallegrande, donde cursó la instrucción primaria. Según él mismo habría de referirlo, de aquella ciudad salió por propia cuenta y fue a residir en Santa Cruz, cuando sólo tenía 14 años, llevado por la vocación sacerdotal.

Habiendo contado con la protección del Obispo Monseñor Santistevan ingresó en el Seminario en 1906. Egresado como bachiller tuvo que dejar temporalmente los estudios para prestar el servicio militar. Cumplido este deber en 1912, sin menoscabo de su vocación volvió a la carrera al año siguiente. Sucesivamente ganó los cursos de filosofía y teología y obtuvo las órdenes menores y mayores del sacerdocio, entre los años 1913 y 1919. En enero de 1920 recibía la orden del presbiteriado y en el mes de mayo siguiente cantaba en Vallegrande su primera misa.

Despertada al mismo tiempo su vocación por la historia y aleccionado por el conspicuo historiógrafo Plácido Molina Mostajo, entró de lleno a la lectura de papeles viejos en el archivo de la catedral y en los archivos parroquiales y notariales de la ciudad. No tardó en aparecer su primer trabajo de la especie: Un fascículo con el título de "El Clero Cruceño en la Guerra de la Independencia", impreso el año 1913.

De aquel entonces en adelante la compulsa de documentos vino a ser para él una especie de pasión. Frecuentó todos los archivos conocidos, tomando en ellos notas minuciosas. Parte de lo así obtenido hubo de emplear en la elaboración de monografías históricas publicadas en folletos: "Rasgos Históricos de la Iglesia Catedral de Santa Cruz" (1915), "Los Templos de Santa Cruz" (1917) y "Documentos para la Historia de Bolivia" (1918). Al mismo tiempo publicaba muchos otros artículos de la materia en periódicos y revistas como "El País", "El Lucero", "Celajes" y "Boletín Eclesiástico". Mucho más fue lo que guardó entonces para publicar después o darle nueva forma. Datan de ese mismo sus prolijas investigaciones genealógicas de las que llegó a ser un verdadero tratadista.

Igualmente sus trabajos en la ordenación de archivos como el de la Catedral, cuya catalogación, rutinaria si se quiere, subsiste aún con sólo alguna modificación modernamente hecha.

Su primer cargo eclesiástico fue el de cura ayudante de Vallegrande, que desempeñó por varios años. Fue enviado después como párroco a Postervalle, el pueblo de su nacimiento donde permaneció otro tanto, dedicado a ordenar sus apuntes para elaborar con ellos nuevos trabajos históricos que iba publicando en la prensa de Santa Cruz. A esa altura de su existencia, y cuando la guerra con el Paraguay había estallado, el Ministerio de Relaciones Exteriores le pidió que buscase en los archivos de Santa Cruz documentos probatorios del derecho de Bolivia sobre el Chaco Boreal. Autorizado por el Obispo para emprender esta tarea, se dedicó a ella animosamente sin merecer ningún estipendio del estado, ni aun el del sustento fuera de su parroquia. Encontró varios de aquéllos, cuyas copias de mano propia se apresuró a enviar a la Cancillería, pagando por su cuenta el franqueo postal.

El obispado se puso entonces de su parte y por vía de estímulo le llevó al coro catedralicio, nombrándole prebendado. Al mismo tiempo o poco después le asignaba el oficio de párroco de la iglesia de San Roque.

Aprovechó esta temporada para entrar en nuevas investigaciones históricas y principalmente, en redactar y dar a la estampa la revista denominada "El Archivo" que salió entre los años 1936 y 1937 y de la que fue director, redactor, editor y distribuidor, todo en uno y todo sin costo para nadie que no fuera él.

A mediados de 1939 pidió al prelado licencia para retirarse por algunos días al pueblo de Mairana. Retiro tal duró, no obstante, por el resto de sus días. Ante las órdenes del prelado para que volviese a la ciudad, el contestó renunciando irrevocablemente a la canonjía catedralicia y al parroquiado de San Roque. Siguió enviando artículos para la prensa de Santa Cruz y comunicaciones de todo orden a las instituciones a que pertenecía: Academia Nacional de Historia Eclesiástica, Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz, Sociedad de Archivistas de La Paz.

Entre 1957 y 1958 dio a la estampa dos gruesos volúmenes de su Historia de Vallegrande. En 1963 la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos, de consuno con la Universidad Gabriel René Moreno, la Alcaldía Municipal y el obispado de la diócesis le tributaron un significativo homenaje conmemorando el quincuagésimo aniversario de la publicación de su primera obra.

Falleció en su retiro y parroquia de Mairana el 23 de mayo de 1966, a la edad de 75 años. Sobre su copiosa producción, el autor de esta biografía ha compuesto una síntesis bibliográfica en la que aparecen registradas no menos de 120 fichas. Esto aparte de la considerable cantidad de trabajos que quedan inéditos.


Fuente. Libro: Cruceños Notables. Año: 1998. Autor: Hernando Sanabria Fernández. Librería Editorial Juventud.


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