Poesías

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» Eduardo Peña Landivar.


A Santa Cruz.


Las crónicas año tras año repetidas
informan la hermosa leyenda de los pueblos;
historia viva de todas las creencias
y llama indestructible de todos los recuerdos.

Pasado

Cuentos perfumados que al calor de la lumbre,
chiquillos en cuclillas, jóvenes y viejos,
escuchan muy quedos,
narraciones tan bellas del ayer oscuro
donde tomaron parte nuestros bisabuelos.
Hazañas heroicas
de indomable esfuerzo,
donde palpita el fuego
de la sangre indio-española
y el coraje que no reconoce freno.
Vida apacible en el retiro,
franqueza y espíritu abierto,
son atributos y galas
de nuestros padres cruceños.
Son la enseña más preciada
que nos sirven de eterno ejemplo,
ya que nunca renegaremos del pasado
porque es grande y es muy bello;
porque miramos con orgullo
los tantísimos sucesos
que fisonomizan nuestro carácter
y patentizan nuestros gestos.
Y son la enseña, y son ejemplo
de lo noble, de lo bueno
que en las vegas orientales
en el hogar más escueto
se encuentra como joya.

Presente

Cuántos años que se han ido
cuánto tiempo, en la fuga
de las cosas y sucesos;
que de esperanza ya perdidas
e intenciones que se han deshecho,
como si el torbellino del desastre
que arrolla con todos los anhelos,
hubiera sepultado
los arranques generosos de este pueblo
que regó sus calles y campos
con sangre de valientes, de titanes, de cruceños,
y también hubiera acallado
con el freno del desgobierno
la justicia que se pide y que se implora
la justicia que es derecho,
ya que el abrazo fraternal de límites
no reconoce privilegios,
y ante el gemir del hermano que sucumbe
venir debe el beso purísimo del consuelo.

Futuro

El devenir que es tupido cortinaje
que nos envuelve en sus gasas y sus velos,
nos oculta el arcano futuro;
arcano que sólo rompiendo
las líneas y formas del tiempo
descubre lo que queda hacia el fondo,
y que es el extremo,
la postrera exclamación de la lucha
y la suprema conquista del esfuerzo.
El futuro ¡que nos hace mirar
horizontes nuevos,
perspectivas grandes
y fantásticos vuelos!
El futuro ¡que cual la existencia
de la infancia en sus candorosos sueños,
no puede descubrirnos ni nunca decirnos
el gravísimo misterio
del más allá, del oculto paisaje
que se cubre con un manto extenso;
y que en las horas y años que pasan
con tan variados sucesos,
sólo llegan a descifrar este enigma
con su experiencia los viejos!.

Que siquiera la esperanza
nos conduzca muy lejos,
que nos lleve con el pensamiento
a esperar mejores días, más calma y más bonanzas;
que nos liberte del gran peso
en que el atraso nos sume y anonada
y que luzcan los anhelos
y florezcan los deseos
en un cielo bien límpido
sin tempestades ni truenos;
porque no es dable
que ante el reclamado derecho
se subviertan los factores
y nos vengan los desprecios.


Fuente. Libro: Poetas Cruceños. Año: 1983. Autor: Orestes Harnes Ardaya. Editorial Serrano.


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