Poesías

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» Germán Coimbra Sanz.


El recién llegao.


Cuando llegué a Santa Cruz,
para que juera alvertido
pasaba el tiempo prendido
de los jorcones del Club.

Conociendo a mi ganao
y a las mujeres por cientos,
pregoné a los cuatro vientos,
que recién había llegao.

Que nadie sabe si es jochi
el que está ricién venío
y es siempre bien recibío
aunque sea un jorocochi.

Además, nadie replica,
cuando hay raza de llanero
y se tiene sobre el cuero
marcada la pinta chica.

Era el muchacho de moda,
que es lo mesmo que quería,
resultando que en un día
juí el perro de toda boda.

Pensaron, yo creo que al fin,
al verme tan entorchao,
que era algún gringo emplatao
de los busca kerosín.

No todo fueron tamales
ni descuelgues de la cruz,
pues vide que a plena luz
se me acababan los reales.

Y ante tal inconveniente
pa no mostrar la yesquera,
cuidando que no jediera
me convertí en pretendiente.

Se le perdona al que mata
y al que roba a las personas,
pero al que no se perdona
es a quien no tiene plata.

Por eso a la peladilla
mis cebuces le mentaba
y que el guacheaje brotaba
igual que garrapatilla.

Y que ya por esa fecha
en mis grandes chaquerones
faltaban los carretones
pa trasladar la cosecha.

Con esa prueba e pasión
a cualquiera se convence,
y el que tiene siempre vence
y el que no tiene... ¡al zanjón!.

El veinticuatro, el sarao
resultó una maravilla,
ella se jué pinganilla
y yo juí pintiparao.

El cuerpo lo tenía tieso
con mi jato e peroquí
y más cuando me prendí
la de michi en el pescuezo.

Yo ni la alfombra pisaba
con mi dama de bracete
y ella muy alto el copete
con el galán que llevaba.

Me puse a mirar la gente
mientras duraba el cernido
pa sacar bien aprendido
el trote de los decentes.

Olvidados del mucuri
no podía reconocerlos,
qué diferentes de verlos
de chivatos en los buris.

Un tipo de mi poblao
de mi mesma lechigada,
puso la cara entonada
no hay duda que avergonzao.

Como si la sociedá
supiera que en su niñez
arrastrando un jasayé
se iba a botar jumbacá.

Otro que estaba hecho un conde
costeando champán y güiskes,
yo sabía por los dizques
que pa las chauchas ¡de donde!.

Me lo contó una vecina
de las que todo lo jieden,
que muchos días no pueden
jacer jumear la cocina.

Otro más, que de rebote
dos mujeres cotejaba,
en su casa no mancaba
el picao y el almondrote.

Al final por muy catinga
y estarlo todo aprobando,
sin saber cómo ni cuándo
me recogieron mulinga.

Por ser la cholita hermosa,
yo resolví visitarla
y prencipié a jorconearla
como al no querer la cosa.

Cuando ya me conoció
por delante y el costao,
al saber que era un largao,
la pelada me largó.

Medio jugando a la tuja
me conseguí otra pelada
que no duró nada, nada,
pues me la hicieron capuja.

Como mi fama se iría
rodando de boca en boca,
ni la Virgen de Cotoca
a frenarla intentaría.

Por eso acordé partir
a trabajar mi barbecho,
porque al camba en cualquier trecho
lo despachan a carpir.


Fuente. Libro: Obra Poética. Año: 2010. Autor: Germán Coimbra Sanz. Gobierno Autónomo Municipal de Santa Cruz de la Sierra.


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