Poesías

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» Germán Coimbra Sanz.


En la fiesta de Porongo.


Una vez que al Piraí
con otros me juí a bañar
un hombre cantó al pasar
la copla que dice así:

"Vámonos para Porongo
que la vida es muy barata:
cuatro quesillos por medio
y una pelada de yapa".

Lo que oí bastante jue
y sin que nadie me ataje,
antes de que el sol se abaje
en Porongo me encontré.

Llegué como hecho el turista
a mirar la procesión
que jue muy güena ocasión
de poder pasar revista.

¿Qué será que la devotas,
sean de cualquier lugar,
por una que es regular
hay unas veinte chototas?.

Una encontré medio, medio...
aunque bastante gordita,
la cara sí, muy bonita,
y dispués ni pa remedio.

Le jice pa su gambeta
y ella jue puro sonrojos,
¡haiga visto usté esos ojos
que servían de receta!.

Pa dejárselos descritos,
como ejpresión no dispongo,
eran sus ojos grandongos
como un par de güevos fritos.

Este piropo janucho
le despaché a la pelada:
¿Me da el juego e su mirada
para encender este pucho?.

Por poco de allá me escurro
al ver que se encocoró
y su boca e pororó
contestaba: "¡No sea burro!".

Y como dice el refrán
que el burro consigue todo
por persistir a su modo,
yo continué con mi afán.

La tenía controlada,
y ya en la noche jue ¡poqui!
pues fue en el foqui-fofoqui
se le acabó la burreada.

Así empezaron, no miento,
a florecer los camotes
y a esperar que de mis trotes
saliera su rendimiento.

La mujer que entrega entero
al hombre su corazón,
es digna de compasión
porque el hombre es muy matrero.

Y aunque el mal es la cosita
que más pierde la concencia,
sin mirar las consecuencias,
ahí nomás me dió una cita.

"El viejoso no va a estar",
me dijo, y que no aparejca
hasta dispués que anochejca
sin ser visto en tal lugar.

Tras que la noche tiñó
me juí caminando a gatas
a esperar entre unas matas
que había e macororó.

Aguardé pa su hora entera
más larga que la cuaresma
y siga usté allá en la mesma
espiando la tranquera.

Aburrido, aguazapao...
y por fin salió la gorda
gritándome: "Sursum corda,
que ya taita se ha marchao".

Pasé punzándome el cuero
por un cerco de cuguchi
más contento que un tiluchi
cuando pasa el aguacero.

Porque el dolor nunca dura
cuando se tiene una rana
que le haga sana-sana
encima e la matadura.

Al decirle que la amaba,
ella contestó: "¡Jajay!
vos sos de lo que no hay
y me creés una taba".

Yo le dije: "Estoy perdido
por tu boquita e melao".
Ella dijo: "Malcriao,
me estás rompiendo el vestido".

"Decime si no eras vos
la que quería este encuentro".
Me dijo: "Vamos pa adentro",
yo conteste: "¡Cómo no!".

Así como se lo cuento,
se sacó las zapatillas
entrándonos de puntillas
hasta dar con su aposento.

Cuando en eso ¡Bororón!
el viejo se había volvío,
yo salí como escupío
disparando pal canchón.

Atropellé en mi carrera
una saba con barreno,
metí la pata a un chipeno
y me enredé en una estera.

Encima e los encontrones
que a cada rato me daba
a una perringa llevaba
prendida de mis garrones.

Al verme tan acosao,
a un jorno me juí a meter...
y de ande iba yo a saber
¡que esa tarde habían jorneao!.

Un infierno, viera usté,
lo que le cuento no es nada,
jedía a carne quemada,
por poco me achicharré.

Y aquí se acabó el bailongo
porque nunca más volví
a cruzar el Piraí
pa llegar hasta Porongo.


Fuente. Libro: Obra Poética. Año: 2010. Autor: Germán Coimbra Sanz. Gobierno Autónomo Municipal de Santa Cruz de la Sierra.


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